Monólogo

Matar al rebaño, la estrategia de la dictadura frente al Covid-19

Todos los gobiernos del mundo han fracasado en su manejo del coronavirus. Unos más que otros. La estrategia del Reino Unido (hasta antes que Boris Johnson se contaminara) era distinta a la de otros países, como Francia, Polonia y la misma Italia.

Su estrategia era la llamada: “inmunidad del rebaño”. Otro país que ha mantenido esta estrategia de manera más sostenida es Suecia. Las escuelas están abiertas para los niños más pequeños, los restaurantes pueden atender a clientes en las noches y en los centros de vacaciones la gente puede ir a esquiar. Aunque existen algunas restricciones y muchas personas, en general, siguen las medidas de seguridad y de distanciamiento social.

Algunas consideraciones de la estrategia sueca fueron económicas. Mantener un cierre total por largo tiempo iba a ser difícil, mientras que hacerlo de manera proporcional permitiría tener un cierto control.

No se sabe si el experimento sueco va a dar buenos resultados al final, pero ya muchos suecos están enojados por ser el “conejillo de indias” y por tener la tasa más alta de mortalidad de los países escandinavos. Al primero de mayo, Suecia tiene 21,520 casos y 2,653 muertes, entre las 10 tasas de mortalidad más altas del mundo: 240 por cada millón (Estados Unidos tiene 186 por cada millón). Y con algunos centros para ancianos ya contaminados.

En Nicaragua, el régimen Ortega-Murillo sigue una estrategia que podríamos llamar: “matar al rebaño”.

Por consideraciones de índole económica y política, aún con unas 4 a 6 semanas detrás del inicio de la pandemia en otros países, Nicaragua se ha rehusado a dar seguimiento a las recomendaciones principales de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el distanciamiento social (o físico), quedarse en casa, cerrar las escuelas, cerrar las oficinas gubernamentales, cerrar centros de trabajo no esenciales, equipar con mascarillas y trajes de protección a personal de la salud, uso público de las mascarillas, hacer pruebas, informar transparentemente, aliviar la presión económica en las familias más pobres, etc.

Hasta el 30 de abril, cuando el dictador volvió a hablar a la nación, al darse cuenta que su estrategia de secretismo y mentiras sobre el coronavirus estaba siendo revelada, anunciaron que van a tomar en cuenta las recomendaciones de las autoridades de salud y comenzaron a fumigar mercados, centros hospitalarios y a mencionar el uso de las mascarillas en algunas ocasiones. Pero, dicen, “sin caer en medidas extremas, radicales, que harían matar al país”.

Pero su estrategia criminal no ha cambiado. El pasado fin de semana (25 y 26 de abril) el régimen promovió 1,500 actividades entre boxeo, carreras de motocicletas, caminatas grupales, ferias gastronómicas, competencias deportivas, viajes a balnearios, fiestas populares, visitas casa por casa, juegos de videos, desfiles callejeros, clases de manualidades, actividades religiosas y fiestas patronales, sin autorización de la Iglesia Católica. En estos días “La Prensa” informó que en mayo el gobierno ha planificado 400 actividades masivas.

Estas acciones las continúan impulsando cuando saben muy bien que ya comenzó la transmisión comunitaria y el número de casos y muertes va en aumento. Además, no pueden dar un giro a la economía, ni volver a la normalidad, porque tal como Funides (Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social) y otros economistas plantean habrá un desplome de hasta -13.7 por ciento. Ni pueden dar un giro a la crisis sociopolítica porque han incrementado la represión, el encarcelamiento, el hostigamiento a opositores y se niegan a soltar a los presos políticos.

Quizás lo único positivo de la estrategia que están llevando a cabo es que otros sectores (organismos de salud internacionales, gobiernos, sectores empresariales y amplios sectores de la comunidad internacional que dan seguimiento a la pandemia) están conociendo el lenguaje Orwelliano, de mentira y secretismo, de maldad, que ha estado usando el régimen durante 13 años a nivel nacional. La misma negación y tergiversación de la verdad con la que se han referido a la Rebelión de Abril.

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Ramón J. Meneses

Graduado en filosofía y literatura española (Cornell University) y derecho (UPOLI). Estudios de postgrado en relaciones internacionales, estudios sobre Estados Unidos, comunicación y derecho económico. Especialista en comunicación e incidencia política (advocacy) para organismos internacionales que trabajan por los derechos de la niñez. Ministro Consejero de la Misión Permanente de Nicaragua ante la OEA de 1980 a 1983. Actualmente retirado y traductor español-inglés.

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