Monólogo

Abril, siempre abril

Abril es el más duro y sangriento de todos los meses. Parte del castigo viene literalmente desde el cielo, el resto lo provocan los tiranos. Debido a su paso cenital de todos los años, en esta época los rayos del Sol, caen directo sobre Centroamérica, convirtiéndolo en el más caliente, seco y áspero de todos los meses.

Es el mes del polvo, de las hojas secas, de las quemas, del Sol colorado cuando empieza y termina el día. De cuando el ganado ya sin pasto, busca que comer entre los montes se acerca a las casas y se traga hasta los zapatos viejos para saciar su hambre.

Es el mes de la calmura, esa quietud del viento que hace al aire espeso y difícil de respirar. La misma calmura que maldecían los navegantes del Cocibolca, como decía Pablo Antonio Cuadra: “…y revientan los adjetivos contra el duro Sol que inmoviliza las aguas. Pero no responde la vela, flácida, como el ala de un ave muerta…”. Así está todo el ambiente, flácido, quieto, muerto.

El autor ha escrito también: Estamos ganando el futuro, no perdamos la esperanza»

En abril los arboles se desnudan para mostrar sus frutos. El jocote, del que nuestros antepasados preparaban un exquisito licor, cuya receta todavía está por redescubrirse. Florece el Cortés, árbol menudo e insignificante que al caer las lluvias se convierte en uno de los más hermosos.

Aparece el Chichiltote de intenso amarillo, ave escurridiza y bella que no sé dónde se mete el resto del año. Se deja ver la Oropéndola, recia, de canto metálico; y vuela la Urraca, bella, pero según dicen los campesinos de mal agüero, porque pronostica sequía, muerte o ambas. Se baña el Gaspar en las bajuras lodosas del lago, donde es cazado y ahumado para convertirse en un plato tradicional de viernes Santo.

En abril el aire se torna caliente y las bocanadas se hacen difíciles de respirar. Más aún cuando una bala te atraviesa la garganta, porque no toda la muerte y desolación la provoca la naturaleza. La otra parte del castigo surge de los tiranos.

Juan Sebastián Chamorro también ha escrito: Carta a los nicaragüenses»

El 11 de abril de 1856 ocurrió la batalla de Rivas contra William Walker. Fue un día sangriento pero victorioso. Sin embargo, los invasores derrotados dieron una última estocada. Durante la huida arrojaron cadáveres a los pozos, el Cólera se diseminó y mató a miles. En la segunda batalla, el mismo día pero del año siguiente, en un intento de poner fin a la guerra y aprovechando la efeméride, fuerzas de los cinco países centroamericanos sufrieron una derrota humillante en la que perdieron más de trescientos hombres.

El 4 de abril de 1954, el dictador del momento, Somoza García, desmontó un complot con el que pretendían derrocarlo. Durante esa rebelión fallida fueron asesinados cobardemente entre otros héroes, los hermanos Adolfo y Felipe Báez Bone, tíos de Monseñor Silvio Báez. Dos años después, el dictador caía abatido, pero se fue dejando todo listo, o más o menos listo para continuar gobernando a través de sus hijos.

El autor también ha escrito: Al Coronavirus ¡Hay que detectarlo ya!»

Y cuando pensábamos que habíamos tenido suficientes abriles, vino el abril de los abriles, el de 2018. El abril del “vamos con todo”, el abril que fue mayo, junio, julio y se ha extendido ya por 24 meses y aún no termina. El abril de los paramilitares, de la operación limpieza, de los enmascarados, de los muertos y sus madres, de los heridos y lisiados, de los presos y de los exiliados.

Ha sido un mes largo de pobreza y más miseria para los más desposeídos de nuestra sociedad.

Otro escrito de este autor: Tenemos que apelmazar la curva»

Pero también este largo mes ha sido el de la lucha, de la solidaridad y de la esperanza. El mes de los cantos nuevos y de los nuevos héroes, que nunca debieron serlo.

A pesar de su rudeza, abril nos enseña que para ver florecer los corteses, hay que pasar la sequía, el polvo y la sangre. Esa sangre que lamentablemente una vez más fue derramada y que esperamos sea la última.

Pero abril pasará y llegará mayo y con él la lluvia que es vida. Mayo nos traerá ese olor a tierra mojada, que se prepara para recibir la semilla de la nueva siembra. Ojalá que esta siembra sea la definitiva, para que ese árbol que lucha por nacer, crezca frondoso y fecundo, y deje en el recuerdo la maldad y la violencia. No olvidemos que la naturaleza y la vida tienen sus ciclos, pero que de nosotros depende el rumbo que tomen.

Texto original en el blog: https://juansebastian.ch/

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Juan Sebastián Chamorro

Soy director ejecutivo de la Alianza Cívica por Justicia y la Democracia. Del 2014 al 2019 dirigí Funides. También fui director de la Cuenta Reto del Milenio en Nicaragua. Tengo una licenciatura en economía de la Universidad de San Francisco, un máster en economía de la Universidad de Georgetown y un doctorado en economía por la Universidad de Wisconsin, Madison.

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