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La experiencia de Israel: propuesta para el financiamiento de emprendimientos nicaragüenses

Imagen tomada de Freía

Avil Ramírez Mayorga

@AvilRamirezM

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Israel, con apenas 9 millones de habitantes y con pocos recursos naturales, es considerado a nivel mundial, uno de los principales ecosistemas de emprendimientos o startups

Tradicionalmente los emprendimientos y nuevas empresas latinoamericanas inician sus proyectos con capital propio; o mediante el financiamiento por la vía de la deuda, si es que el proyecto tiene bienes o activos para ofrecer en garantía.

Esta dificultad para acceder a capital —junto a otros factores— ha impedido el florecimiento de emprendimientos en sus etapas iniciales. A eso se suma el relativamente bajo número de firmas de capital de riesgo o Venture Capital que, en comparación con otras regiones, existen en Latinoamérica.

De hecho, el estudio Identifying the Obstacles to High-Impact Entrepeneurship in Latin America an the Caribbean, realizado por el Banco Mundial y el Instituto Global del Emprendimiento y Desarrollo, determinó que la falta de financiamiento a través de capital de riesgo constituye uno de los impedimentos para el desarrollo del emprendimiento de alto impacto en la región.

Nicaragua no es la excepción. El capital de riesgo que se invierte en empresas que se encuentren en sus etapas iniciales y que muestren gran potencial de crecimiento es mínimo. Contamos con asociaciones que se dedican a brindar actividades como coaching, acompañamiento y distintas formas de asistencia. También existen concursos con premios monetarios. Pero no la inversión de capital en el proyecto como tal.

Pero en Centroamérica ya se avizoran algunas firmas de Venture Capital que están invirtiendo cantidades desde los diez mil hasta el medio millón de dólares.

Experiencia de Israel puede servir de ejemplo

Ante esta situación, encontramos experiencias que en el futuro podrían servirnos como ejemplo; son programas de cooperación pública-privada para la creación y desarrollo de emprendimientos y startups (empresas emergentes). Una de estas experiencias que vale la pena replicar la encontramos en Medio Oriente, específicamente en Israel.

Al escuchar el nombre de Israel, probablemente por lo que escuchamos en las noticias lo asociemos con los conflictos religiosos; o bien con la disputa con Palestina. Quizá no se nos venga a la mente que es uno de los países más innovadores del mundo.

También puede leer: La experiencia de Estonia: propuesta para una Nicaragua nueva, ágil y transparente»

Resulta que este país de apenas 9 millones de habitantes y con pocos recursos naturales; es considerado a nivel mundial, uno de los principales ecosistemas de emprendimientos o startups. Tiene una ratio de un startup por cada 1,400 habitantes. Por lejos es la ratio más grande del mundo. 

Cabe destacar que, a nivel mundial Israel es el país que más invierte en Investigación y Desarrollo (I&D); asigna a ello el equivalente al 4.9 por ciento de su PIB. Eso es casi el doble de lo que en promedio invierten los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Además, solo Estados Unidos y China superan a Israel en la cantidad de empresas que cotizan en el mercado de valores de NASDAQ. Nada mal para la que es apodada como la “Nación Startup”.

Crearon fondo de capital para emprendimientos

No obstante, para que los israelíes llegaran a esta posición, primero tuvieron que enfrentar —en los años 80—, una severa crisis económica; a la que se sumaron los efectos de una fuerte inflación que alcanzó niveles superiores al 400 por ciento.

Para salir de la crisis, luego de varios experimentos fallidos apostaron por la creación de fondos capital para emprendimientos o capital de riesgo (Venture Capital). Y fue así que en 1992 lanzaron el programa conocido como Yozma; que con el tiempo demostró ser una apuesta sumamente exitosa por parte de las autoridades israelíes.  

El Programa Yozma —según reseña Carlos Peña— fue constituido con una inversión inicial de 100 millones de dólares, que fue recuperada en pocos años. El gobierno invirtió 80 millones en 10 fondos que tendrían socios privados e invirtió otros 20 millones de dólares, directamente en los startups.

Los fondos con participación del sector privado fueron la pieza central y más exitosa del programa. Según Peña, cada uno de los 10 fondos fue constituido como una nueva empresa de responsabilidad limitada; con 40 por ciento del capital público y 60 por ciento de capital privado.

Capital privado fue fundamental

Los socios del sector privado fueron elegidos por concurso . Además, debían presentar dos miembros: un fondo de capital emprendedor internacional, que aportase expertise y redes globales; y una empresa financiera local bien establecida, que permitiera el desarrollo de una industria local.

Los socios privados al ser dueños del 60 por ciento del capital, tenían el incentivo para manejarlo de forma eficiente; y la autonomía para conducir el fondo sin intervención del gobierno.

Al percibir que atraer a los mejores fondos del mundo no sería trivial y que existía una percepción de riesgo mayor al real; el gobierno israelí tuvo la genialidad, según Peña, de crear incentivos que multiplicaron el potencial de creación de valor; al mismo tiempo redujeron el riesgo de los socios privados sin perjudicar a los contribuyentes.

Lo hicieron, dando a los accionistas privados la opción de comprar la participación del gobierno, después de un par de años pagando el capital más una tasa de interés.

Programa fue éxito rotundo

De esta forma, si el fondo fracasaba todos perderían de forma proporcional. Pero si el fondo tenía éxito, los accionistas privados aumentarían sus ganancias; mientras que el gobierno recuperaría su aporte, ganaría intereses y crearía una industria con un gigantesco potencial de generación de empleos e impuestos, concluye Peña.

El éxito de este programa fue rotundo. Entre los años 1993 y 2000 invirtió en 164 startups, más de 26 mil millones de dólares. Por su parte, el gobierno israelí en menos de cinco años recuperó su inversión, más un retorno del 50 por ciento.

No se puede dejar de mencionar, que ciertos estudios y autores también atribuyen al éxito de este programa, una cuota importante a factores subjetivos. Entre ellos el aprendizaje que los jóvenes israelíes adquieren durante su servicio militar que es obligatorio; o la característica cultural del Chutzpah, que es la noción de inclinarse a tomar riesgo en aras de triunfar. Eso en buen nicaragüense sería un sinónimo de ser rifado o aventado.

Siendo así, la réplica de este programa no necesariamente se debe traducir como una garantía de éxito. Al contrario, se debe aprovechar a manera de referencia para tratar de impulsar programas que se ajusten a los contextos de cada país y sociedad.

Chile ya replicó la idea

Algunos países latinoamericanos ya se han inspirado en la experiencia del Yozma de Israel para impulsar programas de co-financiamiento similares. Chile lo hizo con su programa Corfo. Por tanto, tener como referencia este tipo de experiencias, debería servir a una nueva y democrática administración pública; para impulsar un proyecto de financiamiento para emprendimientos. El capital de riesgo debe atender tanto las necesidades como los factores culturales de Nicaragua. A ello se debe sumar el establecimiento de un clima de suficiente seguridad ciudadana y jurídica; así como institucionalidad sólida para brindarle confianza a los inversionistas.

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